Zaragoza es paradigmática para explicar las
temporadas de los toreros. Qué pocas veces falla y cuántas, en cambio, da con
el resumen perfecto. Como hoy, porque habrá pocas tardes que sinteticen mejor
la situación actual de un torero, en este caso Juan del Álamo, que la
quinta de esta Feria de El Pilar. Es la consecuencia lógica de una evolución
que sigue pidiendo retos. 2015 se acaba con Del Álamo consolidado en el
escalafón. Y no sólo a base de empuje, fuerza bruta, de tirar bocados… antes
bien, a base de, como hoy, dar forma a un toreo inteligente, de buen trazo, de
hacer mejor al toro bueno y bueno al regular. Queda claro que lo de este 15 de
octubre ni está suelto en su calendario ni es fruto de un día afortunado. 2016
ha de ofrecerle oportunidades mayores. Lo atestiguan sus dos orejas -supera
esta campaña la decena en plazas de primera categoría- con el mejor lote de
una seria y variada corrida de Fuente Ymbro. De ella, al salmantino le
quedó lo mejor y a Iván Fandiño le tocó la ‘china': un peligro andante
con el que se jugó la vida y otro que no tuvo nada. Como nada tuvo el último de
Manuel Escribano, que lo dio todo sin opción luego de haber dejado momentos
buenos con el noble y manso ‘abreplaza’.
Al sexto lo toreó
pronto a la verónica Del Álamo en lances que sirvieron para que ganase
fijeza el animal, el de más peso de la corrida -605 kgs.-. Como a los demás fue
muy medido en varas, aunque a la segunda acudió más en largo y fue muy bien
señalado por Óscar Bernal. Fue el propio matador quien hizo un entonado
quite a la verónica con una media muy añeja, echando la cadera y acabando en el
pecho. Brindó ‘a toda la afición en estos duros momentos‘ antes de
ponerse a torear por el pitón derecho. Pronto le cogió el sitio al de Fuente
Ymbro, que se movió con buena condición. Templado y en los medios, Del
Álamo corrió la mano con buen criterio en los medios en tandas de cuatro-cinco
y el remate. Acertó también a no atosigar al de Ricardo Gallardo,
dándole pausas entre series. Al natural tuvo que ligar pases de dos en dos porque
el toro fue menos repetidor, pero el dibujo del muletazo sí era bueno. Sin
embargo, el eje de la faena era el derecho y a él volvió para cerrar. Otra
serie de trazo muy cuidado y muletazo largo para rematar una labor de torero
muy hecho y con las cosas claras. La espada volvió a viajar certera, pero el
toro se tragó la muerte y requirió de un descabello antes de pasear otra oreja
de peso.
Castaño, con más
caja que kilos -algo suelto de carnes- y menos exagerado de cara, el tercero se
dio un par de vueltas al ruedo como debut. Del Álamo quiso encelarlo con
el capote, sin poder estirarse del todo. Igualmente frío fue su comportamiento
en varas. Se movió algo más en banderillas y ese impulso positivo lo quiso
aprovechar el salmantino para iniciar, sin pruebas, en los medios con la
derecha. La inercia inicial del Fuente Ymbro le sirvió, pero el toro
tendía a soltar la cara. Mejor Del Álamo, valiente atacando pronto y
aguantando los derrotes de mitad de muletazo, defecto que acompañó al de Gallardo
toda la faena, especialmente desde el tercer muletazo. Un duelo de corajes: del
toro y del torero, que apostó por los dos pitones y cambió distancias para dar
más hueco al toro. Pena de derrotes que deslucían las tandas. Con todo, Zaragoza
respondió siempre con entrega a la entrega del espada en una faena larga,
variada en casi todo y de mucha exposición, pues el de Fuente Ymbro fue
a más en su defensiva respuesta. En busca de una merecida oreja se la jugó Del
Álamo en una serie final de manoletinas. La espada fue un cañón y logró el
trofeo.
Amplio de cuerna,
largo, enmorrillado y con cuajo, el primero impresionó en su salida a la arena.
Lo recibió con una larga de rodillas Escribano, que luego lo meció con
suavidad pese al frío y desentendido viaje inicial del animal. Derribó en varas
al irse a los cuartos delanteros del caballo. Fandiño quitó por
chicuelinas citando en distancia. También la dio Escribano con los palos
en un tercio de mucha exposición, pues el animal sacó varias embestidas con
‘motor’. De nuevo, el cierre fue con su ya habitual ‘Par de Calafia’. El torero
sevillano inicio en tablas de rodillas para, en corto citar por el pitón
derecho. Ligó mucho los templados muletazos iniciales en el tercio. Aunque el
toro quiso hacer amago de irse, Escribano supo sujetarlo en otra tanda
muy bien acogida. Fue lo mejor de trasteo, porque de mitad en adelante, a
partir del cambio al natural, bajó un punto la faena, con el toro, aunque bueno
y con calidad, a menos. Cerró Escribano con detales y teniendo que usar el descabello.
Escribano respondió a su compañero yéndose a
portagayola a recibir al cuarto, toro en la línea de los anteriores, de más
cuajo que ‘tablilla’. Su encendido saludo tuvo una fase buena posterior a la
verónica. Luego de un tercio de varas ligero y mediando un galleo por
chicuelinas del propio Escribano, Fandiño quitó por tafalleras y
una buena media por abajo. Lo puso todo de su parte el torero de Gerena
en un tercio de mucho empuje. No quiso el toro ir al tercer par, sentado en el
estribo el torero, y por eso éste tuvo que levantarse y quebrar por dentro.
Siguió alta la tónica de entrega en un inicio de faena con cambiados en los
medios. Ese fue el sitio por donde prosiguió, dando distancia y con la inercia
del animal, que entre pases se descolocaba. Poco más haría de tener la faena,
pues enseguida se vino (más) abajo el animal. El esfuerzo sincero de Escribano
quedó sin premio por la imposibilidad de seguir toreando. La espada se le
resbaló y quedó mal.
Cuesta arriba, el
segundo tuvo mucha cara y poca romana y quizá por eso se oyó alguna protesta.
Se lo pensó mucho en los primeros compases, también para ir al caballo. Fandiño
apostó por él y no le castigó apenas en varas. Del Álamo quitó por
chicuelinas con ajuste. Ya en la muleta, el toro se movió de inicio con más
emoción que clase, pues punteaba los engaños. Citando en corto, Fandiño
puso emoción en varias tandas por el pitón derecho. El animal no iba con
demasiada largura, pero su viaje no era malo. Cambió a partir de la tercera,
muy a menos. El torero de Orduña insistió, siempre en esa distancia y
pasado el tercio, pero había poco que hacer. Tanto se apagó el toro que se echó
antes de coger la espada, que manejó hábilmente Fandiño.
Fandiño recibió pronto y con buen manejo del
capote al quinto por delantales muy ligados. Este fue un toro bajo, más recto
de lomo aunque de más romana que los anteriores. Como antes, el tercio de varas
fue ligero. Luego de un lucido tercio de banderillas y del brindis a su
cuadrilla, se dobló con el quinto en el tercio para tratar de ahormarlo en unos
muletazos de castigo muy estéticos. El animal tenía mucho picante y en los
primeros instantes ya se le coló en un par de ocasiones, especialmente por el
izquierdo, pitón por el que llevaba mucho peligro. No fue a mejor el de Fuente
Ymbro, antes bien desarrolló más peligro. Fandiño libró el percance
de milagro en la siguiente tanda. Más enfibrado el torero, cuando el trasteo
parecía condenado sacó lo mejor en tandas cortas, escapándose por poco cada vez
que el toro se revolvía. Un constante susto. Se puso incluso al natural el
vasco, en la media distancia, con valor. Cada embroque era una prueba, pues el
recorrido de cada embestida era cortísimo. Poco más que hacer que justificarse
e irse a por el acero no sin antes dejar una muestra de voluntad más en forma
de tanda de molinetes. Siendo así en la muleta no iba a ser menos en la suerte
suprema y se lo puso difícil al torero, que pinchó.
Plaza
de toros de Zaragoza. Quinta de la Feria de El Pilar. Media
plaza. Toros de Fuente Ymbro, serios y bien presentados. Mansito pero
noble y con calidad el 1º, aplaudido; muy a menos el 2º; exigente y duro el 3º,
aplaudido; vacío el 4º; muy peligroso el 5º y noble y con fondo el 6º,
aplaudido.
Manuel
Escribano, ovación y silencio.
Iván
Fandiño, silencio y ovación.
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